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Las grandes efigies se mueven, y al poco, caen. Todo su universo era la prepotencia, la gesta irreal propalada por la red patriotera de altoparlantes, las glorias rancias y antiguas conseguidas con la ayuda del general, la sublimación del centralismo en forma de chotis hortera, cara al sol y a su escudo de la raída gloria hispánica.  De las celebraciones, de las demostraciones sindicales de adhesión incondicional hemos pasado a los “ceroacincos”, a la sublevación de la periferia y al repudiamiento de la mixtura que nos vendía los éxitos europeos frente a la carencia de pan y libertades.

 

Llegaron, para frenar tanta decadencia, los empresarios triunfantes subidos a su burbuja de ladrillo. Todo tenía que volver a ser, sobre una base de pelotazos urbanísticos, recalificaciones amparadas por el forofo de la Moncloa y una ambigua ecuación de poder y crédito. Sacaron los talonarios y las alcurnias de figurantes de relumbrón. No importaba nada, que el país se fuera al carajo por la alcantarilla de la crisis, que volviéramos a ser pobres como las ratas de las cinco copas o de las manipulaciones de arbitrajes y comités.

 

Éramos más ricos que nadie para recuperar la gloria perdida a base de traspasos galácticos, de estrellas de cartón piedra que se derretían apenas calentaban el sol de los resultados. La nueva era no era gran cosa y esa mitología del éxito ayudado, de la maravilla venida a menos, se tambaleaba, patinando de galaxia a galicia. No era un fracaso humano, era un resbalón sideral.

 

La aventura del triunfo comprado a fuerza de talonario estaba a punto de morir de muerte natural, los feligreses del palmarés tenían que volver a vivir de la historia, es decir del cuento, y una inmensa sombra geográfica caía, a plomo, sobre aquella parafernalia del caballero del honor y la merenguería.

 

Enésimos proyectos, sucumbidos entre la arrogancia y la palabrería, el paraíso terrenal de las remontadas sin culminar y las jactanciosas presentaciones de los “mejores del mundo”. El mundo se hacía un pañuelo que terminaba su ciclo en apenas cinco meses y en la aventura tirada por la borda del cheque con muchos ceros.

 

Siempre fue una muerte anunciada. En los intersticios ultras, del sur y del norte, nos llega grande, tanta gloria salida de un talonario o una burbuja de stocks options. Una cruda cosecha de fracasos, la inmensa sombra de un tiempo, “real” y felizmente ido.

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